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Cómo se va gestando desde la ciudadanía una nueva constitución en Chile

— El «Buzón académico y universitario» a través de Luis Vélez Serrano, entrevista a los autores Yanina Welp y Francisco Soto Barrientos, autores del libro.

Editorial LOM (Chile)  

Acaba de salir al público «Los diálogos ciudadanos» (en torno a una nueva constitución chilena) por Francisco Soto Barrientos (jurista chileno, Uni Chile) y Yanina Welp (politólogo argentina, Uni ZH).
«En el Chile contemporáneo, mientras crece la abstención electoral y los partidos tradicionales pierden prestigio y apoyo, durante 2016 más de doscientas mil personas se organizaron para discutir una nueva constitución, aún sin saber cuál será el futuro de este texto. Este libro analiza los diálogos ciudadanos en perspectiva histórica y comparada: la revisión de la creciente difusión de mecanismos de participación ciudadana en el mundo; el legado histórico a partir del análisis del espacio asignado a la participación en la Constitución de 1980; la discusión doctrinaria y la expansión de la asamblea constituyente como método de reemplazo constitucional, son algunos de los temas abordados».  

 

dialogos ciudadanos200x308— ¿Qué llevó a los autores a escribir este libro?
— Yanina Welp: Francisco y yo estábamos en contacto desde hacía años, aunque no nos conocíamos personalmente. En varias ocasiones habíamos intercambiado mensajes comentando o intercambiando datos o referencias bibliográficas sobre un tema que a ambos nos interesa especialmente: la incorporación de mecanismos de participación ciudadana más allá de la elección de representantes. Cuando en Chile el gobierno de Michelle Bachelet decidió impulsar un proceso participativo para discutir una posible nueva constitución, Francisco fue convocado a participar como experto, en su rol de Profesor de Derecho de la Universidad de Chile. En aquel momento las discusiones tenían que ver sobre todo con la metodología de implementación. Ahí comenzamos a intercambiar ideas con más frecuencia. En octubre de 2015, la Secretaría de la Presidencia del Gobierno de Chile e IDEA internacional organizaron un evento en Santiago al que fui invitada. Del encuentro surgió la idea de dar un paso más y trabajar juntos. Con otro grupo de colegas, preparamos un proyecto, liderado por Francisco, que obtuvo la financiación de Fondecyt y en el que estamos trabajando actualmente. También nos embarcamos en la preparación del libro. Fue una época muy intensa, con comunicaciones semanales, diarias en ciertos períodos, discutiendo experiencias internacionales, el devenir local, pros y contras de diferentes mecanismos. Fue muy fructífera intelectualmente. Además, dado que los dos tenemos hijos relativamente pequeños, nos resulta fácil comprender las complicadas dinámicas diarias de cada uno y aprovechar los huecos para la comunicación y el avance del trabajo.

 

— Las protestas ciudadanas y el reclamo de instituciones para reemplazar a una Constitución nacida en dictadura ¿qué impacto han tenido en la sociedad y en la clase política chilenas?
— Es interesante la pregunta, porque invita a reflexionar sobre esa caja negra que es “la ciudadanía”, un concepto que agrupa pluralidad de posiciones e intereses en una sociedad moderna como la chilena. Las protestas en Chile fueron iniciadas por los estudiantes secundarios y universitarios. La población indígena estaba también movilizada, pero sólo más recientemente, y de otra forma, sus demandas fueron incluidas como tema en la agenda nacional. En este sentido, puede decirse que demandas específicas de grupos concretos –estudiantes discutiendo el modelo educativo de la dictadura, inicialmente en su aspecto económico– generaron la base para agregar y potenciar sentimientos colectivos que apuntaban a la necesidad de transformar el sistema político. No fueron los partidos los que lideraron esa demanda, sino la ciudadanía, en un contexto en el que justamente los partidos están perdiendo credibilidad y apoyos. El efecto, en pocas palabras, ha sido que se amplíe la base de apoyo a la necesidad del cambio constitucional y que incluso los partidos de derecha (hasta hace poco reacios a tocar la constitución) también hagan propuestas de cambio.

 

— El «proceso constituyente» ¿a qué punto es innovador como mecanismo de participación ciudadana? ¿Hay otros casos en América Latina o en otros países en que la ciudadanía participa en la redacción de una constitución?
— La novedad de este proceso es que la participación ciudadana se generó antes de la elaboración de un eventual ante-proyecto de nueva constitución. La propuesta gubernamental de nueva constitución debe así articularse a partir del debate ciudadano. La participación debería acompañar el proceso constituyente, desde su origen y en cada etapa, y no surgir, como ha pasado en la mayoría de las experiencias latinoamericanas, como una coyuntura o reacción a conflictos generados entre la élite política. En el caso chileno, Bachelet lidera esta propuesta pero la misma no va atada a una intención de reelegirse, que no permite la actual Constitución ni está en discusión por ningún sector político, y en esta propuesta, que espera realizar como su legado político, enfrenta incluso a miembros de su coalición. En Colombia en 1991 se realizó también un proceso previo a la elaboración constitucional, pero hubo mayor control del gobierno –en Chile la primera fase participativa fue de encuentros autoconvocados– y no hubo una metodología de trabajo. En cualquier caso, es necesario aclarar que los diálogos no son un “proceso constituyente” ya que el mismo aún no se ha iniciado, sino una etapa previa de discusión y propuesta de contenidos. En este sentido, aún es temprano para evaluar su incidencia.

 

— ¿Cómo se ha coordinado la organización de más de 200.000 personas para redactar una proposición de texto constitucional? ¿Cuáles han sido los mecanismos de coordinación con el parlamento, la academia, la prensa?
Esa es una de las grandes novedades del proceso participativo, que fue consultivo y deliberativo, multicanal y organizado en etapas. Nos explicamos: la primera etapa se desarrolló a finales de 2015 y consistió en una campaña de educación cívica. Se elaboró “El Constitucionario”, una suerte de diccionario que explica los principales conceptos ligados al proceso constituyente. Luego, se habilitó una plataforma web para la presentación de propuestas individuales y, en paralelo, en el ámbito presencial, se organizaron los encuentros locales autoconvocados (ELA), los encuentros provinciales y los regionales. La mayor participación se dio en los ELA. El rol de los facilitadores fue clave para la coordinación del debate, que tenía una guía temática para la discusión y eran responsables de subir las actas. Estas actas fueron usadas para la sistematización de la enorme cantidad de información recibida y forma las bases de la propuesta de nueva constitución que presentará Bachelet al Congreso. El trabajo de sistematización estuvo a cargo de un grupo de expertos, las universidades tuvieron un rol destacado en el proceso. También tuvo un rol destacado en toda la realización de los diálogos ciudadanos el Consejo de Observadores. Los grandes medios de comunicación fueron bastante escépticos frente al proceso y no hicieron mayores esfuerzos por comprenderlo en una perspectiva profunda o global. Esperamos que nuestro libro contribuya a ello. El parlamento tampoco participó en esta etapa, en que se dio el rol protagónico a la ciudadanía.

 

— ¿Cómo veis el proceso? ¿Cuándo tendremos una nueva constitución chilena y cuáles serán sus características innovadoras?
— En estos días en el congreso se está discutiendo el mecanismo de reemplazo de la Constitución de 1980 y en noviembre la presidenta debería enviar el proyecto de nueva constitución. En el camino abierto por los diálogos ciudadanos, cabe esperar que el procedimiento de reemplazo que se establezca incluya formulas de participación de la ciudadanía. Con todo, y al margen de las distintas alternativas que podrían proponerse para reemplazar la constitución, pensamos que el desafió planteado por la Presidenta Bachelet reviste un gesto histórico en un doble sentido. Por un lado, es particularmente significativo para un parlamento que mantiene un creciente nivel de desprestigio y enfrenta la escasa trascendencia de sus decisiones. Por otro, es un reto y una oportunidad para una élite política crecientemente distanciada de la ciudadanía y para una tradición política, la chilena, en que la definición de la agenda política ha estado –con contadas excepciones– controlada por las élites. Es sin duda, una oportunidad enorme para el actual Congreso proponer una fórmula de reemplazo que de garantías a todos los sectores. Construir acuerdos en este ámbito no sólo es un imperativo político sino que también puede resituar al parlamento como el gran articulador de los acuerdos que generaron la estabilidad republicana que caracterizó a Chile por muchos años.

Muchas gracias Yanina y Francisco. ¡Felicitaciones por el lbro!


 

Francisco Soto Barrientos / Yanina Welp
Ediciones LOM, Santiago de Chile
ISBN: 978-956-00-0976-0
Formato: 14×21,5 cms.
Nº de páginas: 226
Peso: 0,460
Año de publicación: 2017
precio normal: $9.000 CLP
en linea: $8.300 CLP


 

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