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Emma Reyes (Colombia)

—  MAMCO (MUSÉE D’ART MODERNE ET CONTEMPORAIN, Ginebra), 03.10.23.–28.01.24.

Organizado por Stéphanie Cottin, con el apoyo de la Fundación del Grupo Pictet y la Fundación Brownstone. «En 1995, Emma Reyes confió su colección de estudio y su documentación al Museo de Arte y Arqueología del Périgord de Périgueux, su patria de adopción. Estamos encantados de que el MAMCO, con la ayuda de Stéphanie Cottin, ponga ahora de relieve la obra de esta notable artista».  Véronique Merlin Anglade, Directora del MAAP

La artista colombiana Emma Reyes (1919-2003) fue esencialmente autodidacta, aunque estudió y trabajó con Diego Rivera y André Lhote. De ellos aprendió una lección para toda la vida: preservar la especificidad de su trazo y su cultura.

El término «realismo mágico», que hace referencia a una tendencia de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, también podría aplicarse a la pintura de Emma Reyes. En efecto, desde que comenzó a representar Monstruos -seres híbridos mitad humanos y mitad animales- a mediados de los años cincuenta, bajo la influencia de Enrico Prampolini y en un sincretismo formal que combinaba el postcubismo y la inspiración precolombina, infundió a su obra una intención «animadora» que ya nunca la abandonaría. En ciertas sociedades animistas andinas, el tejido y el bordado daban vida a lo representado. Emma Reyes perpetúa este enfoque a su manera: teje lienzos que vibran con mil hilos, mil anillos que construyen la vida. Lo que representa no está congelado, sino que ondula como imágenes de rayos catódicos, animadas por una energía orgánica.

Los cuadros expuestos datan de los años ochenta y principios de los noventa: fue sin duda el periodo en que Emma Reyes estuvo más alejada de Occidente, donde desarrolló su propia «cosmovisión» sudamericana, tras coquetear en Roma y París con los «ismos» de su tiempo (postcubismo, expresionismo abstracto, nuevo realismo y arte cinético).

De una serie inicial titulada Portraits imaginaires, tejida en blanco y negro a partir del mismo tejido primordial, surgió este periodo flamígero de finales de los años 70, que le trajo recuerdos de sus orígenes, de su travesía de América Latina a principios de los años 40 y de su estancia en la selva paraguaya. Los colores son vivos y siempre desplegados por una línea arácnida que construye los cuadros.

Los individuos aparecen en medio de una vegetación exuberante, compañera de la selva. El ser humano así representado es también una planta. Cuando se le representa con un animal, una fruta en los brazos o delante de la boca, es la historia de esta larga historia de parentesco lo que se está contando. Lejos de desear un retorno al estado salvaje, es una concepción descentrada del ser humano, en diálogo con su entorno, lo que reclama la artista.

Emma Reyes también representa flores, frutas y verduras en primer plano, como cuerpos vivos. Mediante el uso sistemático de encuadres muy ajustados, transforma nuestra relación con la naturaleza, acercándonos a ella. Como Georgia O’Keeffe, invita al espectador a verlas realmente. Estos magistrales retratos de flores y frutas, demasiado grandes para los marcos que los aprisionan, la alejan de las preocupaciones formales de su generación, pero le permiten redescubrir la plena expresión de su identidad cultural.

|| MAMCO ||

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