EUROPA EXISTE

Aeropuerto de Frankfurt-Hahn. Antigua base militar americana. Dos y media de la tarde. Faltan tres horas para que salga mi vuelo de vuelta a Madrid. En la maleta de vuelta me llevo tres días de viaje por Suiza y Alemania, visitando Zúrich, Heidelberg, Eberbach y Frankfort.

 

Nunca pensé que pudiera encontrar tantas diferencias entre los suizos y los alemanes. Siempre supuse que a los ojos de un español que mira como espectador estos dos países, serían solo matices lo que diferenciaría al uno del otro, sin embargo me he encontrado dos culturas muy diferentes entre sí.

 

 

Alemania, con una herencia controvertida que aún se refleja en las conversaciones de los más jóvenes, amigos y amigas mías que en el viaje en coche me cuentan historias de un pasado no tan lejano como yo creía. Suiza, con una historia totalmente distinta y una visión diferente a la alemana sobre temas pasados y temas que vendrán. En la cabina del coche con destino Heidelberg, viajan también un namibio, que entre carcajada y anécdota analiza el paisaje con una visión diferente, así como el que escribe, que habiendo nacido en España y vivido en Suiza los últimos dos años, se sorprende de lo que se puede aprender a lo largo de 300km de carretera.

Llegamos a Heidelberg habiendo salido de Zúrich: cena, cerveza, fiesta y risas. Heidelberg es una ciudad bonita, que por la noche se reduce a una calle en la que se concentra toda la actividad y la marcha… Si no fuera por la lluvia, casi podría decir que estoy en Madrid o en Barcelona. Poco a poco, vamos formando un grupo heterogéneamente unido. La noche se nos hace día…

A la mañana siguiente, tomando un desayuno a la hora de almorzar, alguien compra en un kiosko la edición de un periódico que publica en la portada un título referente a Europa. El titular ponía de relieve las dudas sobre la fortaleza y solidez de la Unión Europea. Una Unión que a veces parece fracturada en norte y sur, primeros y últimos, ricos y pobres… Pues bien, a pesar de esta fractura, Europa existe. Esto lo digo yo, después de ver y mencionar las diferencias entre Suiza y Alemania o entre España y cualquiera de estos dos países, pues a pesar de los distintos orígenes y visiones que tenemos, compartimos tantas cosas, que la diversidad que nos distingue no hace nada más que enriquecernos.

 

¡Europa existe! Esto es algo que conviene recordar cuando se especula con una posible salida del Euro o incluso de la EU de países como Grecia, Portugal o España. Es muy fácil hablar sobre las desavenencias entre unos y otros y resaltar lo distintos que son un alemán, un español, un irlandés o un italiano, sin embargo no se puede olvidar que mi generación es la generación del Euro y del Erasmus; es la generación del Facebook, que con aplicaciones como “dónde he estado” cuenta el número de países que has visitado o las nacionalidades de todos tus amigos. Es cierto que existen diferencias, pero esas diferencias no hacen más que convertir a Europa en un lugar más interesante, más único y con más historias que contar. La Unión Europea está formada por 27 estados, tiene más de 30 lenguas oficiales y culturas diferentes con una diversidad grande y muchas diferencias, pero no se puede olvidar que antes que nada es una Unión. Y esta Unión no es una apuesta por el futuro o un proyecto utópico del que ahora reniegan algunos, sino una realidad compuesta por sus 500 millones de habitantes, todos diferentes, pero todos unidos .

Al principio de este artículo hablo sobre las diferencias entre los Alemanes y los Suizos, (estos últimos que se unen a la EU con tratados bilaterales, ya que aunque se reserven algunos derechos, les es imposible cerrarse a Europa) son muchas las que existen entre todos los europeos, pero es tanto lo que ya estamos compartiendo, que a mi manera de entender la realidad, es imparable el progreso de esta Unión.

José Parra Moyano, Frankfort,  26. Julio 2011

 

¡BERNA, CAPITAL!

Berna, la capital de Suiza, capital de un país que es caldo de cultivo para las ideas, un país trabajador y rico, un país en el que los pensamientos van de una cabeza a otra produciendo choques de opinión, controversia, acuerdo, orgullo y perspectivas que forjan, aún siendo muy distintas entre ellas, una realidad policroma y equilibrada.

 

Al visitar Berna por primera vez, nunca habría imaginado una ciudad tan calmada, tan apacible, tan austera y tan tranquila como la que encontré. Sorprendido al salir de la estación, busqué ayuda y pregunté a una señora que esperaba junto al paso de cebra. Amabilísima, como es costumbre aquí, me indicó cómo llegar al centro de la ciudad. No sabía si realmente estaba paseando ya por la ciudad de Berna, o estaba durmiendo en el tren que cogí en Zúrich y soñando con una serie de postales y pinturas sacadas de mi imaginación o de algún libro para niños que leí en la escuela. No veía a la gente, no veía la vida, ni la actividad que esperaba en ver en esta ciudad. Algo decepcionado entré en un café.

Entré en un café y allí, leyendo sus libros, estudiando para un examen, flirteando con una chica y charlando con un colega, encontré a la gente, encontré la vida y encontré la actividad propia de una capital. ¡Ingenuo yo, que empezaba a pensar que estaba en el decorado de una obra de teatro, no caí en la cuenta de que era una mañana muy fría y la gente buscaba resguardo al calor de un capuchino o de un té en cualquier lugar menos en la calle! Al ver todas esas personas allí concentradas, no pude hacer otra cosa que copiarlas, pedir un expreso y un croissant y diseñar mi día libre en Berna.

Después de calentarme en la cafetería, volví a salir a la ciudad, ahora con el estómago lleno y una ruta que seguir. Paseando entre las callejuelas fui encontrando la Zytglogge, que sí que parece sacada de un cuento, la casa de Albert Einstein, el Bundeshaus, varias iglesias y muchos adoquines, para terminar en una pizzería en la que me esperaba cierta amiga, que durante la comida me fue explicando mejor cómo es Berna, qué es Berna y cómo es la gente que en Berna vive.

Al pasar el medio día, tomé autobús número doce y me bajé en la última parada de la línea. El centro Paul Klee me maravilló. Este centro es una alfombra arrugada que flota sobre una montaña y desde la que se puede ver el perfil de una ciudad que guarda su encanto como un secreto, para que solo un atento paseante pueda disfrutarlo y para pasar desapercibida ante aquel que llegue con prisa y mire solo en la superficie, como por desgracia, casi hago yo. Quién haya estado en Berna, sabe de lo que hablo, quien no haya tenido esa suerte, debe ir y persistir buscando en el interior de la ciudad, algo que consigue hacer de la capital de Suiza algo muy real, en un ambiente de fantasía.

“Lust und Laster” “Deleite y Vicio” sería una traducción para la exposición que ahora se puede visitar en Centro Paul Klee. Los siete pecados capitales, desde que estos fueron inventados hasta nuestros días, son expuestos en esta muestra. Erotismo sin Pornografía, Desnudez sin Vulgaridad, así es esta exposición, que presenta juntos y entre otros muchos a Gustav Klimt y a Terry Rodgers. Pecaminoso sería visitar Berna y dejar pasar esta exposición.

Atardeciendo ya, un paseo por la Matte de Berna, junto al río Aar, para terminar en un escondido café, escondido como está todo en esta ciudad, donde a ritmo de jazz mezclé dos horas de buena conversación, varios cafés, recuerdos del pasado y planes para el futuro. ¿Será esto lo que pasa en Berna? ¿Será que el pasado y el futuro se mezclan en esta ciudad, produciendo al principio un chirriante choque y dejando paso después a un inimaginable y sólido equilibrio?

José Parra Moyano, Zúrich 27 de enero de 2011

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