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Siembra: El duelo del desarraigo

A propósito de «Siembra» (Colombia 2015) de Ángela Osorio y Santiago Lozano

— por Ricardo Pinzón de ©PuntoLatino —

Siembra está dirigida por Ángela Osorio y Santiago Lozano. La dupla que ya ha trabajado hombro a hombro en varios cortometrajes documentales, nos invita en este su primer largometraje, a sumergirnos en una historia que, en blanco y negro y con actores naturales, explora con delicadeza el problema del desplazamiento forzado en su natal Cali.

Turco (Diego Balanta), el personaje central de Siembra, quien ronda los 60, es un negro, alto, elegante, algo lacónico y sin embargo un bailarín excepcional. Su rostro, endurecido por el sol dibuja a la perfección el estoicismo admirable con el que ha afrontado el dolor de verse obligado a dejar su tierra y vida campesina en el pacifico colombiano, para confrontar las dificultades de la vida en la ciudad. Un universo que le es ajeno.

Añorando el retorno, Turco, busca intensamente su nombre en las listas que el gobierno publica designando los beneficiados por el plan de restitución de tierras. Su nombre no está y debe confrontar a su hijo Yosner (José Luis Preciado), quien era responsable de adelantar el proceso burocrático.

Pero Yosner no está interesado en regresar, él ya ha encontrado refugio en una sub-tribu urbana donde el baile, el hip-hop y la salsa choque, son protagonistas. Es su manera de copar con las mismas frustraciones que torturan a su padre.

Cuando Yosner es asesinado, Turco tiene que encargarse de su entierro. La muerte es un problema de los vivos, nos decía Norbert Elías. Así, Turco inicia un deambular por la ciudad buscando como sepultar a su hijo. No es nada económico costear un entierro, ni una tumba. El funcionario del cementerio dicta los precios sabiendo que él hombre que tiene en frente tendrá dificultades para pagarlos. Las opciones más económicas incluyen tumbas compartidas, tumbas de dos a tres personas.

Durante este vagabundear, se preparan los funerales de Yosner y podemos pasar una breve mirada, casi etnográfica, sobre las tradiciones de la cultura negra del pacífico colombiano. También conocemos a otros miembros de la precaria comuna donde habita Turco, como Celina (Inés Granja), su «compañera», que escribe melancólicas canciones sobre su desplazamiento forzado; o Lizeth (Carol Hurtado) una madre soltera que parece estar en el camino de vivir una historia de amor con Jota (Jhon, Javier Ramos), un responsable rebuscador que además trabaja en un centro cultural. Sin embargo esta historia de amor nunca es realmente evidente y se queda en un mero coqueteo. Como muchas otras situaciones en la película. En Siembra no se sobre explican muchas cosas.

Es allí donde Siembra es más contundente. Cuando guarda silencio y nos deja contemplar las acciones de sus personajes. Nos permite sumergirnos en bellas metáforas que aún permiten lecturas polisémicas, si bien de tanto en tanto aparece una frase que pareciera estar esperando allí para ser disparada con la única finalidad de exponer una información puntual, el resultado en conjunto conserva su poder evocador.

Pienso en la siguiente escena: Turco pule un tronco madera, su rostro siempre reservado, duro, el plano se abre lentamente y descubrimos que está en medio de una estructura, parece un bote, pero yo realmente no lo podría decir con certeza ¿es tal vez la barca de Caronte?

Las lecturas pueden ser múltiples, pero los directores logran develar una historia redonda que logra conmover y conectar con el doble duelo de Turco y el de otros personajes de esta comunidad. El desarraigo y la muerte.

Locarno, agosto 2015.

 

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Angela Osorio y Santiago Lozano, directores de «Siembra» en Locarno. Foto: Ricardo Pinzón de ©PuntoLatino

 

 


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