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Cuestionamiento estético de la «representación»

No nos representan de Inés Muñoz Marin tiene como tema el 15-M español. Ese movimiento en nuestra opinión, fue un clamor popular que pedía que el pueblo participe en las decisiones, que su voz sea escuchada, es decir, fue un pedido de cierta democracia directa, de invalidar el «mandato» que ostentan los llamados representantes. El pueblo no se siente representado por los políticos. Infortunadamente ese clamor fue desviado hacia fines partidistas. El filme de Irene Muñoz Martin cuestiona la representación. Y va más allá: ve el arte en conflicto con el poder, cuestiona la utilización del arte al servicio del poder, la utilización de símbolos culturales para transmitir mensajes ideológicos.

De entrada, vemos en la película, a actores en un ensayo que tratan de recrear la histórica manifestación del 15-M español. No pueden compaginar las indicaciones de la directora, los actores protestan, no entienden, no les sale el rol … El espectador colige que la indignación no se puede representar, es un sentimiento hondo pero es espontáneo. Ahí comienza el cuestionamiento a la representación.

Hay en la película un episodio de la exposición de arte con obras del Museo del Prado que el tenebroso dictador Francisco Franco recupera a su favor, de manera parecida en que los populistas de la izquierda extrema pretendieron «recuperar» el clamor indignado del 15-M.

Otro episodio interesante es el que estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Madrid copian cuadros de maestros clásicos españoles. Se ve original versus copia, y un Goya que empezó de copista y terminó como uno de los maestros clásicos más reconocidos. ¡Los peligros de la representación!

Al ver esta película sentí una doble indignación la del «no nos representan» original y la indignación frente al populismo de la extrema izquierda en España que quiso «cosechar» políticamente el 15-M. Y me siento con derecho a manifestar mi indignación al haber sido yo mismo un indignado más.

En 2004 un grupo de estudiantes de la actual LVSZ y varios miembros de PuntoLatino, organizamos una manifestación frente al Consulado español de Zúrich, exhibiendo pancartas. Recuerdo la presencia de José Parra Moyano, Matthias von Hemelrijck, César Colqui y este servidor, entre otros. El primero es doctorando en la UZH y nominado por Forbes entre los «30 under 30 de Europa», el segundo es médico en el hospital universitario de Zúrich, el tercero es consultor financiero en Zúrich y el cuarto es el escribiente de estas líneas que no se resigna a perder la indignación.

 

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Nos nos representan:
el hilo conductor de originales y falsos … en la política y en el arte

PuntoLatino, a través de Luis Vélez Serrano, tuvo la suerte de entrevistar a la joven directora española Inés Muñoz Martin en la sede del Festival suizo de documentales «Visions du réel» en Nyon, el 11 de abril 2019. Yo diría que nos encontramos dos indignados de diferentes generaciones.


— ¿Cómo te vino la idea de la película?

— Antes de venirme a Suiza, estudié en Madrid. Allí en 2011 aparecieron los indignados. Dejé mis temas de interés –yo tenia 19–, y me dediqué a ir a las manifestaciones. Yo estaba muy activa y unida a gente joven que no tenía compromisos partidarios, mis amigos estaban sobre todo en el área de arte. Luego me vine a Suiza, pero no podía olvidar el movimiento indignado. Eso me motivó hacer el filme. He tardado casi 7 años en afinar la idea, en encontrar la forma de contar mi experiencia. Se trata de mi película de diploma, de grado, de la Escuela de Arte y Diseño de Ginebra.
Conocí a muchos jóvenes españoles y hubo gente que había guardado dibujos, carteles, etc., de la época de los indignados. A partir de ahí empecé a escribir el guión. Pero como casi todo guión cambió mucho desde el concepto original.
Tenía objeciones de mis propios colegas: lo que haces no es cine, lo que haces no es arte, etc. Además no recordábamos todos de igual manera aquellos acontecimientos y, claro está, no teníamos la misma estética.

Finalmente decidí contar todo como recuerdos míos, en primera persona. He utilizado ficción, documental, voz en off, entrevistas, etc. Para montar la película, mi colega y colaborador tenía problemas. Me decía, no entiendo lo que quieres hacer. En todo caso, es un filme experimental.


— La trama tiene una dosis de humor. El acto no profesional escogido para representar al Rey, por ejemplo …

— Sí, Siempre pongo una nota de humor. Se puede contar mucho a través del humor.

— Saliendo del tema de la película. Los movimientos auténticos son espontáneos, la democracia se construye desde abajo. ¿Estás de acuerdo si te digo que hay representación auténtica y representación falsa o postiza en política porque no sigue el mandato del pueblo? El mandato popular puede convertirse en show, en el mismo acto, sino después, a posteriori.
— Sí, estoy de acuerdo. La relación arte y poder es una relación contradictoria. La escena del Rey es grotesca, casi ridícula. El poder del pueblo, que es legítimo, tampoco funciona con el arte. El arte es para cuestionar, no para servir y menos a ideologías sean éstas de izquierda o de derecha. El arte convertido en propaganda no pasa la frontera.


— El rey no representa al pueblo y el actor que debe encarnarlo tampoco, el otro «actor» no profesional, es decir, el camarero representa mejor al rey porque se le parece físicamente más. Es decir es una copia que se parece más al original …

— Sí, el joven camarero representa al rey en el rol y no lo hace el actor profesional. Porque el camarero es más guapo que el actor profesional y que el rey [risas] …
Una de las maneras de representarse que tenían los indignados era a través de los teléfonos móviles. En mi película hay una recreación de este hecho. El trabajo de la reconstrucción es como el caso de los indignados, se reconstruye sin seguir las reglas. La imagen de los indignados, son muchas imágenes en el espacio y en el tiempo.

— En el filme ¿hay un discurso difuso e inconcluso de alguna manera?
— Exactamente. Es como los copistas, como Goya al que creo haberlo copiado en cierto sentido. El Prado es la imagen nacional del arte español, no te puedes salir de ese cuadro. Cómo utilizamos el cine, cómo utilizamos las imágenes. Por eso tiene ficción y documental esta película. La escena de no entenderme con los actores es muy ilustrativa.
De otra parte, el director tiene una soledad muy grande en el proceso creativo, independientemente de tener un equipo y del espíritu de colaboración de este equipo. También hay críticas de tu propio equipo: te dicen que no sabes lo que estás haciendo.

— Volviendo a salir del tema, me parece que la extrema izquierda se ha aprovechado del 15-M. Han robado un movimiento popular espontáneo para convertirlo en partido. Mi propia experiencia como indignado de la primera hora. Lo que se recupera del 15-M es falso: ideología, partido, siglas, intenciones …
— En política pasa eso: cualquier movimiento revolucionario muere, se transforma en otra cosa, por ejemplo en un partido político. Independientemente de si la intención fuese buena o no, pero en la conflictiva relación de arte y poder, no se sabe qué va a pasar después. Los partidos terminan adueñándose de un movimiento, de una revolución, porque los jóvenes indignados no teníamos intereses políticos e ideológicos.

— El lema «no nos representan» es un reclamo de democracia directa en sentido general: ustedes no tienen nuestro mandato, no son nuestra voz. Las elecciones no pueden ser un cheque en blanco hasta la próxima elección.
— El eslogan «no nos representan» es justamente el hilo conductor «No nos representan» tiene un poder y según yo siento, tiene una belleza muy grande. Tiene mucha significación, son tres palabras que dicen mucho. De ahí salió mi película.

— Irene como espectadora, no como directora, ¿qué denominador común ves entre el 15-M y su forzada representación? … un Goya auténtico, un Goya copiado y un Goya copista y/o finalmente un Generalísimo Franco que en Ginebra muestra lo que no es.
— Es lo que no nos representa. No nos sigue representando. El 15-M no sólo fue una indignación porque queríamos una democracia más directa, fue una indignación que se interrogaba ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Nuestros antecesores son los culpables? La política tal cual es, nunca nos ha representado y yo no estoy hablando del tema de la identidad nacional.

— Yo como espectador veo la impostura de la extrema izquierda a través de la oposición original/copia, auténtico/falso.
— Sí, en plano simbólico, un actor profesional se indigna porque escogen a un camarero y no a él para representar al rey de España.

— ¿En qué nuevo proyecto estás?
— Estoy trabajando una película documental que tomará forma de ficción. Un grupo de figurantes de Madrid que acabaron sin ir a algunos rodajes por maltrato y falta de condiciones, como protesta. Mi madre trabaja de figurante y vivió todo eso. Todas las temáticas que he estado tratando últimamente las junto en este nuevo trabajo.

— ¡Muchas gracias y muchos éxitos Irene!

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