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Zona Sur (Juan Carlos Valdivia, BOLIVIA 2010)
— Nota de Luis Vélez-Serrano de © PuntoLatino —
Frente a la crítica que ha suscitado esta película boliviana, empecemos diciendo qué, en nuestra opinión, no es. «Zona Sur» no es un filme político en el sentido ideológico, tanto los partidarios de los cambios a la fuerza como los partidarios de cambios democráticos han aplicado su óptica y ha ocurrido, lo que casi siempre ocurre, cuando se quiere ver una obra de arte con antiparras. Se ha olvidado que el filme es un trabajo estético.
Si esta película ha gustado a unos y a otros y cada uno ha querido interpretarla a su sabor, es que ha logrado ser una obra estética y esto es lo importante. Lo confirman los múltiples premios que ha obtenido en América Latina y en Europa (en Sundance 2010 dos premios, por ejemplo).
Mi lectura es de un retrato de una familia de la clase media alta, de la burguesía paceña, que convive con los empleados del servicio bajo un mismo techo y en un ambiente de cada vez mayor familiaridad. Una burguesía que va perdiendo su poder económico. Para nada no hay atisbos de ninguna oligarquía, como le gusta al discurso oficial de los actuales gobernantes. No es, ni pretende ser, el retrato de toda una clase social. Claro está que el retrato de esta familia de clase media alta, es una instantánea a una parte de la estratificación social boliviana a la hora actual. El director del filme, Juan Carlos Valdivia lo afirma en entrevista a Americas Quaterly: «Con Zona Sur hice una película despojada de códigos de género, totalmente idiosincrática y localista. Lo curioso es que es mi película más universal y con la que he salido de la burbuja “latinoamericana” para entrar al cine mundial».
En todo caso es una excelente obra de arte cinematográfico y no un trabajo de sociologia. Veamos las impresiones que nos causa. De la madre, el niño y el mayordomo, nadie diría que no son actores profesionales, si no nos lo afirmaría el propio realizador. Valdivia confiesa que ha realizado en seis meses el filme, pero que el casting le ha llevado 9 meses (2).
El primer gran cambio social en Bolivia ocurrió en 1952 y los indígenas que trabajaban en casas de clase media alta, en su mayoría, mantenían relaciones casi familiares son sus patronos, como lo hacen hoy. Alguna crítica ha visto una relación «feudal» entre patrones y criados, por escenas como la de preparar el cepillo de dientes. ¡No hay tal!
Los hábitos no han cambiado desde hace medio siglo, excepto en las maneras en la mesa, y en el atrevimiento léxico y sexual. Hace unas décadas habría sido inadmisible esas maneras de comer, de hablar con la boca llena, etc. La sexualidad en todas partes siempre ha sido más liberal mientras más alta sea la posición de los actores en la escala social, pero en la mesa no se discutía sexo. Las discusiones de alcoba eran casi excluídas de las discusiones de mesa y sobremesa.
Es verdad que sólo en Bolivia – quizás por casualidad – he visto a mujeres divorciadas, separadas o solteras que educan a sus hijos matriarcalmente como en «Zona Sur». La preferencia por consentir a los varones es escandalosa, Valdivia en una entrevista a «Miradas de cine» (Madrid, 2010, sin fecha) dice: «creo que también a veces las mujeres crean machos débiles y hembras fuertes y lo hacen consintiendo exageradamente a los varones y creo que de esta manera ellas recrean este mismo matriarcado». Y añade: «La madre boliviana crea al macho, lo engríe y lo malcría y por ende lo hace débil, lo debilita y lo castra. Mientras que con las hijas mujeres son mucho más estrictas y este rigor hace que las mujeres sean fuertes» (3). En «Zona Sur» la matriarca cede ante la creciente estrechez económica y quien sucederá como patrona de la mansión será otra matriarca, de otro estamento social, pero con igual o superior poder económico. ¿Clases sociales?
La actriz que desempeña el rol de la matriarca en «Zona Sur», Ninón del Castillo, no es actriz profesional, empero su naturalidad y aplomo son de un nivel exigente. Es Jimena Lora a través de Juan Pablo Rodríguez (5) que nos informa que Ninón, habitante de la zona sur de La Paz, es madre divorciada, que ha tenido que educar 5 hijos y vender la casa para hacer frente a los gastos. En otras palabras, es de una zona sur pero no de película …
Un elemento poético interesante es el conjunto de miradas a través de las ventanas, los espejos. En esto me parece que hay una clave interpretativa elocuente. Los signos «espejo» y «mirada» podrían estructurar la arquitectura circular de los episodios que al parecer no parecen tener orden, ya que no son lineales. Valdivia se decanta en esta película por un cine reflexivo, «he buscado que te haga pensar, pero tiene una parte que conmueve. Claro, eso dependerá de cada persona…» dice en entrevista a «Los Tiempos» de Cochabamba (2).
Pero lo importante no es solamente la mirada que se ve, sino la que no se ve: la cámara. En un excelente artículo Carlos Mesa dice: «La cámara (el yo interior, el yo colectivo, el narrador narrado), es en este caso la concepción creativa esencial de Juan Carlos Valdivia». (4). Sobre estas claves podríamos extendernos mucho más: la mirada circular: la mirada desde abajo, desde la zona sur, y sobre todo la inocente pero penetrante mirada del niño que parece funcionar como hilo conductor en la economía narrativa del filme.
Un cierta relación de cariño se establece entre esta gente que vive bajo el mismo techo y a despecho de sus diferencias sociales y culturales. Tienen otra cultura, otro rito de la muerte, hablan otra lengua, pero también hay sentimientos comunes: tan bolivianos son y se sienten la familia acomodada como los sirvientes indígenas. El ají de fideo une a las dos clases, la diferencia está en la dosis del picante.
Es increíble cómo el cine puede despertar emociones: después de ver el filme no he parado hasta convencer a alguien que prepare conmigo un aji de fideo. La diferencia de clases se da solamente en la cantidad de ají: más para los «originarios» y menos para los «karas». Cuando comía los ajies de fideo de mi abuela eran de «kara», pero me acostumbré a los «originarios» en un año de cárcel en la dictadura de Banzer, en cuyos recintos el aji de fideo era un plato de lujo.
En el filme se ve a los criados, hablando entre ellos en aymara. Cuando hace 40 años llegué a Suiza, escuchaba el alemán y me parecía tan impenetrable como el aymara, incluso buscaba similitudes en las guturales y en la «k». Lo sorprendete es que en mi país se convive con el aymara y el quechua sin llegar a entenderlo. En el filme para poder entender lo que se decía la pareja de criados, tenía que mirar rápidamente los subtítulos en inglés. En Bolivia, al final uno se termina entendiendo, con gestos y contextos, del uno o del otro lado de las barreras linguísticas. Evo Morales no se expresa fluidamente ni en aymara, ni en quechua y menos el castellano, pero es presidente con una buena y legítima cuota de popularidad.
Hace también muchas décadas que la gente de orígen indígena tiene su propia «clase alta», su grupo dominante, con dinero, quiero decir. Tienen otros hábitos, otra cultura, hablan otra lengua, pero tienen un poder económico importante que actualmente se acrecienta. En La Paz, se ve este poder en los desfiles folklóricos del Gran Poder, donde se derrochan dólares, a una usanza más que pequeño burguesa. Yo presencié hace 30 años comprar casas sin cheques, al contado y el dinero en maleta, exactamente como en el filme; y la compradora de origen indígena, una negociante trabajadora emperdernida: no se piense, ni de lejos, en dinero malhabido.
Los cambios operados en Bolivia en 1952 y los actuales cambios muy discutibles por lo caóticos y autoritarios, pero también por lo irreversibles, dan como resultado una Bolivia fascinante, sobre todo para las obras de arte.
Luis Vélez-Serrano de © PuntoLatino
NOTAS
(1) entrevista por Alfredo Garcia. «Tierra en trance». (2010, fin fecha)
(2) entrevista por Mónica Luján «Los Tiempos» (16.08.09)
(3) entrevista por Liliana Colanzi «Americas Quaterly» (25.02.10)
(4) artículo de Carlos D. Mesa Gisbert. Blog.
(5) artículo de Juan Pablo Rodríguez en «Le Courrier» 11.10.10. Ainsi Ninón del Castillo, une habitante de la "zona sur" de La Paz, avait été invitée par Cinenómada, la maison de production du film, à participer au casting. Finalement, elle est devenue l’héroïne du film grâce au naturel de son jeu et à sa proximité avec le personnage, car elle aussi est divorcée, exerce plusieurs activités et a dû élever cinq enfants seule. "Il m’est arrivé la même chose qu’à elle: j’ai moi aussi dû vendre ma maison et changer de vie. Le scénario, c’est presque mon histoire", déclare Ninón del Castillo.
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Zona Sur (Juan Carlos Valdivia, BOLIVIA 2010)
— Nota de Luis Vélez-Serrano de © PuntoLatino —
Frente a la crítica que ha suscitado esta película boliviana, empecemos diciendo qué, en nuestra opinión, no es. «Zona Sur» no es un filme político en el sentido ideológico, tanto los partidarios de los cambios a la fuerza como los partidarios de cambios democráticos han aplicado su óptica y ha ocurrido, lo que casi siempre ocurre, cuando se quiere ver una obra de arte con antiparras. Se ha olvidado que el filme es un trabajo estético.
Si esta película ha gustado a unos y a otros y cada uno ha querido interpretarla a su sabor, es que ha logrado ser una obra estética y esto es lo importante. Lo confirman los múltiples premios que ha obtenido en América Latina y en Europa (en Sundance 2010 dos premios, por ejemplo).
Mi lectura es de un retrato de una familia de la clase media alta, de la burguesía paceña, que convive con los empleados del servicio bajo un mismo techo y en un ambiente de cada vez mayor familiaridad. Una burguesía que va perdiendo su poder económico. Para nada no hay atisbos de ninguna oligarquía, como le gusta al discurso oficial de los actuales gobernantes. No es, ni pretende ser, el retrato de toda una clase social. Claro está que el retrato de esta familia de clase media alta, es una instantánea a una parte de la estratificación social boliviana a la hora actual. El director del filme, Juan Carlos Valdivia lo afirma en entrevista a Americas Quaterly: «Con Zona Sur hice una película despojada de códigos de género, totalmente idiosincrática y localista. Lo curioso es que es mi película más universal y con la que he salido de la burbuja “latinoamericana” para entrar al cine mundial».
En todo caso es una excelente obra de arte cinematográfico y no un trabajo de sociologia. Veamos las impresiones que nos causa. De la madre, el niño y el mayordomo, nadie diría que no son actores profesionales, si no nos lo afirmaría el propio realizador. Valdivia confiesa que ha realizado en seis meses el filme, pero que el casting le ha llevado 9 meses (2).
El primer gran cambio social en Bolivia ocurrió en 1952 y los indígenas que trabajaban en casas de clase media alta, en su mayoría, mantenían relaciones casi familiares son sus patronos, como lo hacen hoy. Alguna crítica ha visto una relación «feudal» entre patrones y criados, por escenas como la de preparar el cepillo de dientes. ¡No hay tal!
Los hábitos no han cambiado desde hace medio siglo, excepto en las maneras en la mesa, y en el atrevimiento léxico y sexual. Hace unas décadas habría sido inadmisible esas maneras de comer, de hablar con la boca llena, etc. La sexualidad en todas partes siempre ha sido más liberal mientras más alta sea la posición de los actores en la escala social, pero en la mesa no se discutía sexo. Las discusiones de alcoba eran casi excluídas de las discusiones de mesa y sobremesa.
Es verdad que sólo en Bolivia – quizás por casualidad – he visto a mujeres divorciadas, separadas o solteras que educan a sus hijos matriarcalmente como en «Zona Sur». La preferencia por consentir a los varones es escandalosa, Valdivia en una entrevista a «Miradas de cine» (Madrid, 2010, sin fecha) dice: «creo que también a veces las mujeres crean machos débiles y hembras fuertes y lo hacen consintiendo exageradamente a los varones y creo que de esta manera ellas recrean este mismo matriarcado». Y añade: «La madre boliviana crea al macho, lo engríe y lo malcría y por ende lo hace débil, lo debilita y lo castra. Mientras que con las hijas mujeres son mucho más estrictas y este rigor hace que las mujeres sean fuertes» (3). En «Zona Sur» la matriarca cede ante la creciente estrechez económica y quien sucederá como patrona de la mansión será otra matriarca, de otro estamento social, pero con igual o superior poder económico. ¿Clases sociales?
La actriz que desempeña el rol de la matriarca en «Zona Sur», Ninón del Castillo, no es actriz profesional, empero su naturalidad y aplomo son de un nivel exigente. Es Jimena Lora a través de Juan Pablo Rodríguez (5) que nos informa que Ninón, habitante de la zona sur de La Paz, es madre divorciada, que ha tenido que educar 5 hijos y vender la casa para hacer frente a los gastos. En otras palabras, es de una zona sur pero no de película …
Un elemento poético interesante es el conjunto de miradas a través de las ventanas, los espejos. En esto me parece que hay una clave interpretativa elocuente. Los signos «espejo» y «mirada» podrían estructurar la arquitectura circular de los episodios que al parecer no parecen tener orden, ya que no son lineales. Valdivia se decanta en esta película por un cine reflexivo, «he buscado que te haga pensar, pero tiene una parte que conmueve. Claro, eso dependerá de cada persona…» dice en entrevista a «Los Tiempos» de Cochabamba (2).
Pero lo importante no es solamente la mirada que se ve, sino la que no se ve: la cámara. En un excelente artículo Carlos Mesa dice: «La cámara (el yo interior, el yo colectivo, el narrador narrado), es en este caso la concepción creativa esencial de Juan Carlos Valdivia». (4). Sobre estas claves podríamos extendernos mucho más: la mirada circular: la mirada desde abajo, desde la zona sur, y sobre todo la inocente pero penetrante mirada del niño que parece funcionar como hilo conductor en la economía narrativa del filme.
Un cierta relación de cariño se establece entre esta gente que vive bajo el mismo techo y a despecho de sus diferencias sociales y culturales. Tienen otra cultura, otro rito de la muerte, hablan otra lengua, pero también hay sentimientos comunes: tan bolivianos son y se sienten la familia acomodada como los sirvientes indígenas. El ají de fideo une a las dos clases, la diferencia está en la dosis del picante.
Es increíble cómo el cine puede despertar emociones: después de ver el filme no he parado hasta convencer a alguien que prepare conmigo un aji de fideo. La diferencia de clases se da solamente en la cantidad de ají: más para los «originarios» y menos para los «karas». Cuando comía los ajies de fideo de mi abuela eran de «kara», pero me acostumbré a los «originarios» en un año de cárcel en la dictadura de Banzer, en cuyos recintos el aji de fideo era un plato de lujo.
En el filme se ve a los criados, hablando entre ellos en aymara. Cuando hace 40 años llegué a Suiza, escuchaba el alemán y me parecía tan impenetrable como el aymara, incluso buscaba similitudes en las guturales y en la «k». Lo sorprendete es que en mi país se convive con el aymara y el quechua sin llegar a entenderlo. En el filme para poder entender lo que se decía la pareja de criados, tenía que mirar rápidamente los subtítulos en inglés. En Bolivia, al final uno se termina entendiendo, con gestos y contextos, del uno o del otro lado de las barreras linguísticas. Evo Morales no se expresa fluidamente ni en aymara, ni en quechua y menos el castellano, pero es presidente con una buena y legítima cuota de popularidad.
Hace también muchas décadas que la gente de orígen indígena tiene su propia «clase alta», su grupo dominante, con dinero, quiero decir. Tienen otros hábitos, otra cultura, hablan otra lengua, pero tienen un poder económico importante que actualmente se acrecienta. En La Paz, se ve este poder en los desfiles folklóricos del Gran Poder, donde se derrochan dólares, a una usanza más que pequeño burguesa. Yo presencié hace 30 años comprar casas sin cheques, al contado y el dinero en maleta, exactamente como en el filme; y la compradora de origen indígena, una negociante trabajadora emperdernida: no se piense, ni de lejos, en dinero malhabido.
Los cambios operados en Bolivia en 1952 y los actuales cambios muy discutibles por lo caóticos y autoritarios, pero también por lo irreversibles, dan como resultado una Bolivia fascinante, sobre todo para las obras de arte.
Luis Vélez-Serrano de © PuntoLatino
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