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Brazil 2027: ¡Murió el carnaval! ¡Viva el carnaval!
Entre religión y orgía
— Nota de Luis Vélez Serrano sobre «Divino Amor» (Brasl) de Gabriel Mascaró, proyectada en el Zurich Film Festival. Zúrich, octubre 2019.
La historia de las religiones nos muestra que la fe y el amor han sido, o se han presentado, de alguna manera, casi siempre asociados y desde muchísimos ángulos diferentes. Tener fe, creer, es de alguna forma amar. La retórica de «Dios es amor», mueve montañas, como la fe. Si en pleno s. XXI algo recluta para las religiones, es confundir y en el buen sentido, fe con amor. No olvidemos que la filosofía cristiana es una filosofía basada en el amor. En mi opinión, la fe –independientemente de las iglesias–, y más concretamente, la libertad de profesar su fe, debe ser respetada en toda sociedad democrática. Las dictaduras (sobre todo las comunistas) quisieron desterrar a dios por decreto y perdieron; en parte opuesta, la Inquisición (una especie de dictadura religiosa), quiso imponer una fe por decreto y con tortura incluida y también perdió.
Del otro lado, el amor y más concretamente el amor carnal, siempre ha tenido sus ritos nada religiosos o para-religiosos que han ido cambiando o refinándose a lo largo de los tiempos. El amor carnal ha tenido sus templos, oráculos, ritos y seguidores desde curiosos, feligreses normales y otros, excesivamente devotos. Los muy devotos, partidarios como todo «extremismo», de ciertas aberraciones …
Estamos en Brasil y en 2027, el carnaval es solo recuerdo …
En Divino Amor, asistimos al Brasil de 2027, un Brasil en el que el carnaval ya no es la fiesta nacional emblemática, la misma ha sido reemplazada por «Divino Amor» una iglesia evangélica con fines comerciales, una iglesia expansiva que llega al sexo y a la tecnología.
En Divino Amor coexiste un diverso espectro del amor: el amor a Dios que mueve ciertas acciones de muchos humanos, el amor en su expresión pura: madre e hijos, familia, amigos. Y, el amor sentimental, desde la pareja heterosexual «ideal» o idealizada, llamada a la fidelidad hasta el intercambio de parejas para practicar sexo en la misma cama en algo parecido a una orgía, parecido porque la orgía, naturalmente, puede ser más. Empero el intercambio de parejas patrocinado por la Iglesia «Amor Divino» en este Brasil de 2027 está condicionado a que el esperma sea reservado a la mujer legítima; en otras palabras, los coitos pueden ser múltiples pero deben finalizar con y en la pareja legítima: ¡amaos y multiplicaos!
La película parece interrogarse ¿dónde termina la fe y dónde empieza el amor? No se ve en la película, nada explícito contra las religiones, ni una sola palabra «blasfémica» que hiera la fe de los creyentes. No parece aludir a una iglesia en particular, pero se ve que se trata de la religión evangélica o una de las religiones evangélicas, en este caso, la iglesia «Divino Amor». Ignoro si entre la extensa lista de iglesias y sectas evangélicas brasileñas exista una que responda a ese nombre concreto, me parece que existe una iglesia llamada «Amor Divino». Lo que se «lee» en el texto de la narración fílmica es iglesia «Divino Amor» (denotación) y por juego de palabras esta iglesia sería textualmente aludida (connotación). En todo caso no hay crítica textual, es decir, explícita a una iglesia concreta, y mucho menos, al critianismo como ha querido ver alguna crítica. Hay sí, ironía y de la fina, de la que agrada.
Para seguir en el contexto (connotación): sólo me permitiría añadir que la película de Gabriel Marcaró es brasileña, y en estos momentos, las iglesias evangélicas o al menos, ciertas de esas iglesias o sectas tienen un protagonismo en la política, en los comercios cristianos y en los no muy cristianos de ese país. Hoy por hoy, en Brasil, es además, difícil separar a las iglesias de las sectas … Connotativamente hay una alusión «futurista» al Brasil del mañana si no se cambia el presente … al menos en mi lectura.
La divinidad de la orgía o el retorno del carnaval …
Como tenemos dicho, el escenario de la película es Brasil en 2027 y una funcionaria de notaría fijándose una meta «divina» trata de impedir divorcios y separaciones y, para aproximarse a su meta, no solamente utiliza los registro y trámites notariales, sino el instrumento de la fe que le proporciona la iglesia «Amor Divino». Los embarazos son detectados con la tecnología del 2027, nadie habla de interrupción del embarazo y menos de aborto y, como tenemos también dicho, la Iglesia «Divino Amor» es una empresa comercial. El «supremo amor» ha reemplazado al carnaval como la fiesta más emblemática del Brasil: se ha juntado la fe con todo tipo de amor, entre otros, con el amor carnal. La suprema aspiración es un «santo matrimonio», es la bendición de un hijo «legítimo».
El drama se da en la protagonista Joana que pone todos sus esfuerzos en concebir un hijo bajo el bendecido techo del matrimonio. Los detectores dan la afortunada alarma: ¡está embarazada!. Ella transmite el anuncio a su pareja …. pero para desilusión de la misma los rigurosos análisis descartan la paternidad del marido … a buscar la paternidad en las parejas de la misma iglesia que practicaron sexo con ella, de una lista no pequeña, ninguno es el agraciado: lo que muestra que no todos eyaculan en la mujer legítima … Resultado: el hijo es de padre desconocido, es decir, todo lo peor que puede pasar al feligrés de «Amor Divino». Aquí un elemento dramático e irónico, sin duda… ¡el carnaval ha sobrevivido!
Un amor mueve y conmueve y el otro remueve …
Yo sinceramente creo que la fe que mueve y conmueve a los que leen sus textos sagrados, practican el culto, oran, cantan y hasta bailan, es el Amor Divino. Y, la fe que remueve a los que practican el amor, sentimental o sexual, puro o carnal, es el Divino Amor. El juego de palabras ayuda a definir a esta nueva iglesia evangélica base del Brasil imaginario de 2027, un Brasil «renovado», «cambiado». ¡El Carnaval ha muerto! ¡Viva el Carnaval! – Un Brasil distópico, en conclusión.
Ficha técnica
2019, 140 min., Brasil, Gabriel Mascaro
Guion: Esdras Bezerra, Rachel Ellis, Gabriel Mascaro, Lucas Paraizo
Música: Juan Campodónico, Kenny Santiago Marrero, Otávio Santos
Fotografí:a: Diego García