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Un tributo a João Gilberto: un homenaje de un maestro a otro …
A propósito del concierto de Gilberto Gil en Zúrich el 21.10.14., por Paulo González Ramírez de © PuntoLatino
Llegué con antelación a la cita. Poco menos de media hora antes de comenzar el concierto ya la gente hacía fila para ingresar a la sala de la Volkshaus. Sabía de antemano que iba a encontrarse lleno y por eso determiné estar a esa hora en el concierto. La calle acumulaba las hojas caídas de los árboles llenando de otoño la atmósfera citadina del día en su ocaso. El verano terminó y de igual manera la samba se abría entre las rejas del viento y la lluvia y la tempestad caminante de este día de otoño. Hablar de Gilberto Gil es hablar de historia. Y de Historia se hace la humanidad y la música. Cantante, guitarrista y compositor, maestro de la samba y la bossa nova, del tropicalismo. Don Gilberto un artista que se le conoce también dentro del mundo de la política no olvidando su cargo como ministro de cultura en el gobierno de Lula da Silva y tampoco su actividad política en su juventud cuando estuvo en la cárcel junto a Caetano Veloso y tiempo después fueron obligados a exiliarse en Londres. Sí, el artista tiene grandes facetas.
SOLO un tributo a João Gilberto, así se definía lo que íbamos a esperar. Una obra de un maestro hacia otro, el grande que junto a Antonio Carlos Jobim son considerados los creadores de la bossa nova.
Entré a la sala y rápidamente el espacio se comenzó a llenar. La gente caminaba y todos se miraban entre sí místicamente esperando con impaciencia los sonidos mágicos de la guitarra y la voz sublime del cantor de 72 años. Algo nos reunía en este lugar y por más distantes y desconocidos que fuéramos, ahí estábamos esperando algo, a alguien.
Salió de la oscuridad, se sentó en la silla y se acomodó las manos. Solamente él y dos guitarras, ni siquiera una botella de agua lo que me sorprendió furtivamente ya que cantó aproximadamente dos horas y no perdió en ningún momento del todo el ritmo o la energía. Impresionante. La sala era una lluvia mixta de sonidos y voces cantoras, muchos brasileños entre todos los presentes. La alegría brasileña es sumamente grata cuando se disfruta y se la vive, Brasil es un país y es su gente. Es su música y es la diversidad tan enorme y fantástica de un país maravilloso.
Al principio escuchamos clásicos, «Desafinado», «Wave», «Samba», «Expresso 2222», «Toda menina baiana» y así podría continuar hasta nombrar muchas más que cantó. Es claro que el cantor se concentró más en João Gilberto con letras mágicas como «O pato» o «Izaura», pero también cantó en español una mexicana, «Tres palabras» del autor Osvaldo Ferrés y también de Bob Marley la muy querida y famosa «No woman no cry».
Gilberto Gil nos ofreció una clase de concierto para disfrutar al máximo y para sucumbir ante el arte interno de las melodías presentadas. Gracias a su manera tan amable y cercana al público uno puede experimentar la energía invisible transferida por el músico hacia la gente por medio de su instrumento y su voz. Hay una alegría viva y una melancolía sosegada que nos permite calcar con mucha fuerza las notas y los acordes altos y bajos como si fueran ellos parte de un melodrama ya planificado por el autor. No hace falta comprender las letras que si bien son bellísimas para entender la música. La música en sí ya lleva un significado patentado.
Como dijera dos horas después el telón cayó y la gente aplaudió y no se cansó de hacerlo hasta que todos nos dimos cuenta del final. Los sueños parecen tener un final. No dudé ni un momento cuando tomé mi bicicleta y llegué a casa a eso de la media noche cansado de mi día y satisfecho por la jornada para tomarme una cerveza y por qué no, escuchar The girl from Ipanem.
Hace cerca de 10 años, Gilberto Gil luego de un concierto también en Zúrich con redactores de PuntoLatino