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ACCESO: Sobre los centros de reclusión para reinserción en Chile
— nota de Luis Vélez Serrano de PuntoLatino sobre la obra tetral «Acceso» del Teatro Larraín (Chile)
El Estado debe proteger a los menores de edad: a aquellos a quienes son objeto de abusos pero también a aquellos que siendo menores, cometen abusos y delitos. Los menores -abusados y abusadores- que infringen la ley deben tener acceso a la reinserción en la sociedad. El tema convoca al debate a políticos, sociólogos, juristas, psiquiatras, etc., y he aquí, que el teatro o el cine, el arte en general, concurren también a la llamada, poniendo en escena los centros de reclusión para reinserción, — hélas la paradoja— en los cuales muchos menores terminan «profesionalizándose» en la delincuencia. Es decir, obteniendo el resultado contrario para el cual han sido creados.
«Acceso» con la excelente actuación — monólogo— de Roberto Farias (Sandokán), en un español no solo con fuerte acento chileno sino en un sociolecto de los sectores marginales, es una pieza teatral que aborda la temática mencionada. Salta de sujeto, desorientando un poco al público, al que se acerca transpirado y modestamente vestido, ora como increpándolo, ora como susurrándole, pero una especie de «leitmotiv», como delirio intermitente, recurre todo el tiempo en su discurso: son imágenes de su infancia, la de un niño abusado por sacerdotes y gente de poder que ivaden constantemente y por momentos, la mente de Sandokán.
Sandokán es un vendedor ambulante que se desplaza de bus en bus (de micro en micro en Chile), vendiendo todo tipo de mercancías desde libros hasta juguetes. Su anchísimo bolso está lleno de objetos que ofrece siempre a «dos mil pesos» (desde el público, debemos todos corear «dos mil pesos»), a pesar de que, según él, «valen hasta millones». En su monólogo, recuerda con amor que tenía una polola bonita, pero se interrumpe para volver a recordar los abusos que de los cuales él fue objeto. Hace su trabajo sudando, con manifiesto estrés y tomando incansablemente de su botella de trago que ofrece a personas del público (una persona rechazó, otra aceptó, ganando un beso de agradecimiento del actor). Hay momentos en que el monólogo es un discurso de introvertido, casi un delirio. La palabra «acceso» es tomada del discurso oficial, una palabra que como muchas del discuso oficial, se ponen de moda y adquieren muchos significados según en boca de quien las pronuncia. Empero hay momentos también es que es una interpelación al público, cuando cuenta su miseria, cuando ríe – al mismo tiempo – de su situación, en un cóctel de ironía y humor y de cuando en cuando un trago.
La descripción de la masturbación a la que eran sometidos los niños por sacerdotes, nos recuerda la escena de «El Club», una película también del mismo autor, Pablo Larraín, e interpretada por el mismo actor, Roberto Farias. Una escena impresionante en la que Sandokán dice algo más o menos así: «llevando el prepucio adelante y atrás, adelante y atrás, cuando recuerda que era masturbado por sacerdotes o que él masturbaba a los ensotanados … no se distingue con precisión.
Sandokán personifica a alguien que pasó parte de su niñez recluido en un instituto de «reinserción». Una casa con la misión de reinsertar a la sociedad a niños que fueron abusados, y también a niños violentos que fueron abusadores. La «reinserción» social es puesta en tela de juicio, es decir, el acceso …
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