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De izq. a der.: Emanuel Büchlin de Coop, Helmut Hälker de Remei AG, Christa Luginbühl de Erklärung von Bern, Jeroen van Rooijen, diseñador y Alfred Beerli de Workfashion 

 

| ECOLOGIA | ZURICH |

¿Son compatibles moda y sostenibilidad?

Por Dr. rer. publ. Dorothea Baur y Dr. iur. Claudia Gafner-Rojas de © PuntoLatino

En el Podio de discusión de Lifefair “Kleider machen Leute – Mode und Nachhaltigkeit: Ein Wiederspruch?” (La ropa hace a la gente – Moda y Sostenibilidad: una contradicción?) celebrado el 14 de diciembre de 2015, se discutió sobre la necesidad de buscar soluciones a los problemas sociales y ambientales que genera la producción y el consumo masivos de ropa.

Kuno Spirig de Lifefair introdujo el evento, haciendo una serie de reflexiones generales. Sostuvo que la industria textil se ha ido convirtiendo en la producción de bienes desechables y que el desperdicio de ropa es algo en lo que es preciso pensar más, pues se trata de una cuestión que ha empeorado notablemente en las últimas décadas. Indicó que habría que preguntarse qué es y para qué sirve la ropa en realidad? Si hoy en día ésta cumple la misma función que en sus orígenes? Resaltó que como consumidores no somos conscientes de las condiciones ambientales, sociales y laborales en las que la ropa es producida. Pero, cómo cambiar la mentalidad consumista? Spirig destacó en este sentido que tan solo un 40% de la población ve el tema como relevante. Planteó entonces la pregunta: ¿cómo se podría hacer para que la producción de ropa sea sostenible? Y si se disminuye la producción y el consumo, qué pasa con los puestos de trabajo que desaparecerían? Son muchas las contradicciones que conlleva esta cuestión. Qué esperanza hay entonces? La idea del podio consistió justamente en discutir e intentar encontrar respuestas a estas preguntas, en sintonía con los principios de sostenibilidad desarrollados en el seno de la ONU.

Tras la instroducción de Spirig, Helmut Hälker como CEO de Remei AG presentó la filosofía sostenible de su empresa y de bioRe, la fundación vinculada con ésta y cuyo lema es “Vestir bien, vestir responsable”. Hälker explicó que la fundación apoya productores de algodón en India y Tanzania. Remei garantiza a sus productores la compra del algodón que producen y además una prima de 15% sobre el precio de mercado con el fin de asegurar a los cultivadores la cobertura de su existencia mínima. Remei emplea 22 trabajadores en Suiza y aproximadamente 5000 cultivadores en Tanzania e India, quienes suministran bio-algodón. El hilado se lleva a cabo en Turquia e India y la confección de los productos finales se realiza en Tanzania, Lituania e India. Dentro de los estándares que Remei ha ido estableciendo se destaca que los cultivadores reciben formación continuada, el trabajo de menores no está permitido, se fijan condiciones laborales justas y se fomenta una producción ecológica. En este último sentido, ocupa un lugar central la defensa de la fertilidad de los suelos. Añadió que la fundación conoce a todos los proveedores y subproveedores y que estos se deben acoger a determinados estándares ecológicos y sociales. Señaló que, debido a que para Remei AG la transparencia es un aspecto fundamental, se ha desarrollado, entre otras cosas, un mecanismo de trazabilidad de los productos, según el cual los consumidores pueden mediante un código acceder en internet a saber los detalles del producto que compran a la empresa. Hälker resaltó que se trata de un modelo de negocio desarrollado entre una fundación y una sociedad que pretende obtener ganancias respetando los principios de sostenibilidad, no solo en el cultivo del algodón, sino también en la elaboración de los productos que comercializa. La fundación apoya diversos proyectos de desarrollo económico, sociales, educativos, de protección de la diversidad ecológica, etc. Con todo esto se introduce el concepto de moda ecológica. Hälke concluyó su intervención afirmando que la “sostenibilidad no es simplemente una etiqueta sino una actitud”.

Después de la presentación de Hälker se llevo a cabo la discusión, en la que participaron junto a él, el diseñador Jeroen van Rooijen y Alfred Beerli, CEO de Workfashion como representantes de los consumidores; de parte del comercio minorista Emanuel Büchlin, director de compras textiles de Coop y como representante de organizaciones internacionales Christa Luginbühl, responsable de la campaña „clean clothes“ de la organización Declaración de Berna.

Van Rooijen sostuvo que la moda debería considerarse hoy en día como irrelevante y que sería una necedad pensar de otra manera. Para él lo ideal es comprar menos pero mejor, pues en nuestra sociedad las personas tienen más que suficiente. Sostuvo que en el fondo lo que importa a la gente es el precio, que se convierte en un criterio determinante y que aunque, gracias a la mejora en los canales de información, cada vez hay más consciencia en la gente a la hora de decidir qué ropa compra, aun falta mucho para lograr un buen nivel de sensibilización en esta materia.

Büchlin sostuvo que la innovación en materia de moda es prioritaria y que se observa una tendencia al aumento de la demanda de productos naturales. Coop se preocupa por esta cuestión desde hace más de veinte años, cuando lanzó su llamada “Naturline”. Büchlin señaló que Coop se enorgullece del éxito que ha tenido la venta de sus productos textiles naturales y de la clientela muy heterogénea con la que cuenta en este ámbito. Destacó que el carácter ecológico de los productos y la capacidad de pago son dos puntos clave. En este sentido señaló que la diferencia de precio en relación con productos no ecológicos es cada vez menor, contrario a lo que pasaba hace algunos años en que se apreciaba una gran brecha de precio y que cada vez se necesitan menos subvenciones. Afirmó que los productos textiles sostenibles son 15% más caros y que los clientes están dispuestos a soportar esta diferencia. Con respecto al tiempo de vida que deberían tener las prendas de ropa Büchlin opinó que para ser sostenibles éstas deberían poder ser usadas por largo tiempo, de acuerdo con el concepto de “slowfashion”.

Beerli reveló que su empresa cuenta con 70 trabajadores en Suiza y sus productos se especializan en ropa de trabajo para sectores como electricidad o policía y en trajes. Los destinatarios de dicha ropa no son quienes deciden sobre la compra sino sus empleadores y que muchos de ellos aun cuando persigan objetivos de sostenibilidad se inclinan por el factor precio a la hora de decidir. Mencionó a Camboya como ejemplo de país que sufre una situación dramática en materia de condiciones laborales de los trabajadores del sector textil y donde además las condiciones higiénicas son alarmantes. Resaltó que, en cualquier caso, los mayores problemas se observan en las empresas de elaboración de ropa que en las de producción agrícola de suministros para el sector. Beerli defendió que el concepto fundamental de sostenibilidad exige de las empresas transparencia para que se pueda saber cómo operan y que hacen para mejorar los problemas en cuestión.

Luginbühl defendió que un aspecto clave que puede aportar soluciones al problema se centra en el sueldo de los trabajadores del sector. En su campaña, la preocupación principal radica en el sueldo extremadamente bajo de muchos millones de personas en diversos países, de tal forma que no tienen la capacidad de cubrir sus necesidades básicas. Se calcula que estas personas ganan entre un 1 y un 3% de lo que vale finalmente el producto en el mercado. Usó como ejemplo Croacia y Turquía como países extremos en esta situación, donde los trabajadores reciben en el mejor de los casos el sueldo mínimo legal local, que al compararlo con el precio de un traje de marca renombrada producido allí, resulta insignificante y no llega a cubrir las necesidades elementales de las familias. También afirmó Luginbühl que falta compromiso para contemplar, aparte del precio, otros factores por parte de los consumidores. Si bien se percibe una mejora en la consciencia de éstos, se siguen lesionando los derechos humanos de las personas que producen la ropa y agregó que las organizaciones internacionales han acogido el tema en sus agendas sin embargo no ha habido aún una aplicación efectiva de medidas concretas al respecto.

En definitiva, es mucho lo que queda por reflexionar y recapacitar tras escuchar las discusiones del Foro, ya sea como productores o como consumidores de productos textiles. Es preciso que a lo largo de la cadena de producción y comercialización haya más coherencia y coordinación en relación con todos los aspectos sociales y ambientales involucrados: política salarial, de compra de suministros, sensibilización de los consumidores, entre otros. Desde el punto de vista del consumidor en particular, queda claro que el nivel de información disponible en la actualidad permite hacerse responsables de la decisión de comprar o no una prenda de ropa y con ello contribuir o no a la solución de los problemas ambientales y sociales que en muchas ocasiones hay detrás de la producción de dichos productos.

 

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 Bruno Spirig, organizador del evento con las redactoras de PuntoLatino Dorothea Baur y Claudia Gafner Rojas

 

 

 

Sind Mode und Nachhaltigkeit miteinander vereinbar?

— Dr. rer. publ. Dorothea Baur und Dr. iur. Claudia Gafner-Rojas von ©PuntoLatino

Am 14. Dezember 2015 fand in Zürich unter dem Titel „Kleider machen Leute – Mode und Nachhaltigkeit: Ein Widerspruch?“ das 21. Lifefair Forum statt. Lifefair verfolgt das Ziel, in ihren Foren verschiedene Stakeholder zusammenzuführen und wirtschaftsnahe Diskussionen zu führen, in welchen durchaus auch Spannung Platz haben sollen.

Vor ausverkauften Rängen eröffnete Kuno Spirig die Veranstaltung mit ein paar Gedanken über den Wandel der Bedeutung von Kleidern über die Zeit. Spirig hielt fest, dass Kleider zu global hergestellten Wegwerfartikeln mutiert sind. So geben Schweizer Konsumentinnen und Konsumenten durchschnittlich nur gerade 3% ihres Einkommens für Kleider aus, und erwerben dafür insgesamt 15 Kilo Textilien. Gleichzeitig entsorgen sie ungefähr dieselbe Menge pro Jahr. Für die grosse Mehrheit der Konsumentinnen und Konsumenten dienen Kleider primär der Selbstdarstellung. Der soziale und ökologische Fussabdruck ist meist zweitrangig.

Wie kann also die Textilwirtschaft verbessert werden, obwohl bei Konsumentinnen und Konsumenten soziale und ökologische Aspekte viel zu häufig Preisüberlegungen untergeordnet werden? Können wir Nachhaltigkeit erreichen ohne einen unübersichtlichen Labelmarkt und Bürokratie zu riskieren, welche womöglich Wettbewerbsnachteile für faire Produzenten und Händler mit sich bringt? Wie können wir den vermuteten Widerspruch zwischen Mode und Nachhaltigkeit lustvoll auflösen?

Nach Spirigs Eröffnungsrede stellte Helmut Hälker, CEO der Remei AG, einem Pionier im Bereich der Biobaumwolle und Partner der Naturaline von Coop, sein Unternehmen vor. Die Remei AG erzielte 2014 einen Umsatz von 23 Mio. CHF und beschäftigt 22 Mitarbeiter in der Schweiz. Circa 5000 Bauern in Tansania und Indien beliefern Remei mit Bio-Baumwolle. Die Garnherstellung erfolgt in in Tansania, in der Türkei und in Indien; genäht wird in Tansania, Litauen und Indien.

Unter dem Leitsatz „Wer Mode trägt, trägt auch Verantwortung“ wurde in einem Film dargelegt, wie Remei durch die Produktion von gentechfreier Bio-Baumwolle eine nachhaltige Lebensgrundlage für Produzenten und Angestellte schafft sowie soziale und Infrastrukturprojekte fördert. Remei garantiert seinen Produzenten die Abnahme der Baumwolle sowie eine Prämie, die 15% über dem Marktpreis für kommerzielle Baumwolle liegt. Diese Abnahmegarantie ist ein wichtiges Mittel, um Bauern eine Existenzsicherung zu gewährleisten.

Ein zentrales Element, mit welchem Remei sicherstellt, dass seine Bemühungen ernst genommen werden, ist die Transparenz. Remei kennt alle Lieferanten und Unterlieferanten. Damit sind Zustände wie bei mehreren grossen Textilfirmen, die in beispielsweise in Bangladesch produzieren lassen und dabei den Überblick über Zulieferer und vor allem Subunternehmen verlieren, ausgeschlossen. Der Kunde kann über eine Traceability-Nummer online präzise Information über die Herstellung des von ihm erworbenen Kleidungsstücks beziehen. Gleichzeitig betont Hälker aber auch, dass Transparenz ist schwierig zu erreichen ist, wenn ca. 40-50 Firmen involviert sind.

Die Sicherstellung von Remeis sozialen und ökologischen Bemühungen entlang der ganzen Wertschöpfungskette erfolgt über das sogenannte bioRe-Qualitätssiegel. Zentrale Elemente dieses Gütesiegels sind faire Arbeitsbedingungen und biologische Landwirtschaft. Hälker gibt zu, dass die Einhaltung dieser Standards auf jeder Produktionsstufe schwierig ist und einen intensiven Austausch zwischen Ingenieuren und Zulieferern bedingt, in welchem Geschäftsprozesse entwickelt werden, welche mit den sozialen und ökologischen Kriterien vereinbar sind. Neben dem eigenen bioRe-Gütesiegel lässt Remei seine Lieferanten auch von SA8000, einem globalen Sozialstandard, auditieren. Auch wenn mittlerweile die meisten Lieferanten zertifiziert sind, gesteht Hälker ein, dass eine Zertifizierungsquote von 100% unrealistisch ist. Schliesslich hielt Hälker fest, dass Zertifizierungen und Standards zwar zentral sind für die Glaubwürdigkeit eines Unternehmens, aber dass Nachhaltigkeit letztlich kein Label sondern eine Haltung ist.

Nach Hälkers Keynote fand eine Podiumsdiskussion mit Vertretern unterschiedlicher Anspruchsgruppen statt. Neben Hälker waren gewissermassen von Konsumentenseite ‚Stil-Papst’ Jeroen van Roojen, von Produzentenseite Alfred Beerli, CEO von workfashion.com, von Seiten des Detailhandels Emanuel Büchlin, Leiter Einkauf Textilien Coop, und als NGO-Vertreterin Christa Luginbühl, Projektverantwortliche der Clean Clothes Campaign der Erklärung von Bern, anwesend.

Van Roojen begann die Diskussion mit der eher überraschenden Aussage, dass Mode heute nicht mehr dieselbe gesellschaftliche Bedeutung habe wie früher, sondern im Zeitalter des Individualismus und der Selbstverwirklichung irrelevant sei. Wer mit der Mode gehe, sei ein armer Tropf. Van Roojen bezieht seine Inspiration heute daraus, die Leute dazu zu bringen, weniger, dafür ‚bessere’ Mode zu kaufen.

Coop ist seit nunmehr 20 Jahren am Thema Nachhaltigkeit im Textilbereich dran und wandelt immer mehr herkömmliche Artikel in Naturaline um. Gemäss Emanuel Büchlin erfreut sich Naturaline einer einer grossen Nachfrage und einer sehr heterogenen Kundschaft. Seit Coop ausserdem erkannt hat, dass sich faire Textilien besser verkaufen, wenn sie modische Trends berücksichtigen, erzielt Naturaline mittlerweile „schöne Wachstumsraten“. Während Coop bei der Einführung von Naturaline vor 20 Jahren noch zu Quersubventionierung durch herkömmliche Textilien greifen musste, um die Naturaline-Produkte zu verkaufen, beträgt die Preisdifferenz zwischen konventionellen Artikeln und Naturaline-Artikeln mittlerweile nur noch ca. 10-15%. Da Kundinnen und Kunden bereit sind, diese Differenz zu tragen, ist Naturaline nun marktfähig.

Alfred Beerli, CEO von Workfashion, gab zu bedenken, dass in seinem Geschäft nicht die Trägerinnen und Träger über den Kauf der Kleider entscheiden, sondern ihre Arbeitgeber. Für ihn steht und fällt die Zahlungsbereitschaft deshalb mit der Beschaffungsphilosophie der Unternehmen. Obwohl sich insbesondere auch staatliche Unternehmen zu Fairness und Ökologie bekennen, ist der Kaufentscheid gemäss Beerli dennoch massgeblich von Preisüberlegungen getrieben. Unterstützt wurde Beerli in diesem Punkt von Christa Luginbühl von der Clean Clothes Campaign. Gerade bei der Änderung des öffentlichen Beschaffungsgesetzes könnten soziale und ökologische Kriterien für Berufskleidung verbindlich festgelegt werden. Allerdings ist der Bund gemäss Luginbühl zu passiv.

Luginbühls Hauptsorge gilt den extrem tiefen Löhnen in den Produktionsländern. Auch wenn Arbeiterinnen und Arbeiter in Ländern wie zum Beispiel Indien oder Mazedonien den gesetzlichen Mindestlohn verdienen, so deckt dieser in der Regel nur zwischen 20-50% der Lebensbedürfnisse. Lohnkosten machen vom Endverkaufspreis der Textilien nur gerade 0.5-3% aus. Der Existenzlohn ist ein Menschenrecht, welches oft dem Standortwettbewerb zum Opfer fällt. Für Konsumentinnen und Konsumenten besteht gemäss Luginbühl ausserdem die Gefahr einer Überforderung bei der Beurteilung der Glaubwürdigkeit der von Unternehmen kommunizierten Massnahmen. In welchem Verhältnis stehen Taten und Worte? Wie ist der gleichzeitige Verkauf von nachhaltigen und konventionellen Produkten durch gewisse Unternehmen zu beurteilen?

Die bisweilen leicht erratische Diskussion zwischen den einzelnen Podiumsteilnehmern machte deutlich, wie komplex das Thema ist. Zwar sind alle glaubwürdig bestrebt, Änderungen herbeizuführen, aber gleichzeitig wurden auch die Grenzen des einzelnen Engagements deutlich. Egal, ob man bei den Löhnen in den Produktionsländern, bei der Beschaffungspolitik der Händler oder bei der Verantwortung der Konsumentinnen und Konsumenten ansetzt – es scheint sich wohl erst dann etwas zu ändern, wenn solche Massnahmen entlang der ganzen Wertschöpfungskette koordiniert werden. Bis dahin gilt es, die Veränderung im Kleinen weitervoranzutreiben, Widersprüche auszuhalten und beim Shopping nicht nur den Preis im Auge zu haben.

 

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Christa Luginbühl de Erklärung von Bern con nuestras redactoras

 

 

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El diseñador Jeroen van Rooijen con nuestras redactoras.

 

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